Tanto padres como docentes estarán muy familiarizados con aquellas situaciones en las que los niños –que se aproximan a los dos años de edad– estallan en una rabieta incontrolable. Muchas veces la desencadena la frustración, el cansancio, el deseo de llamar la atención o para evitar hacer alguna cosa. La clave para ayudar a que lo superen está en entender cómo funciona el cerebro del niño en un berrinche y reaccionar en consecuencia.

¿Qué es un berrinche?
Aunque la Real Academia Española defina el berrinche como «irritación grande que se manifiesta ostensiblemente» va mucho más allá que una simple rabieta. El berrinche es la demostración física de lo que está ocurriendo en el cerebro del niño; es la señal de que la intensidad de la emoción que siente supera su capacidad para reconocerla, esto provoca que estallen en rabia.
Es por ello por lo que, aunque un berrinche de un niño pueda llegar a ser irritante y desesperante, hay que entender que en la mayoría de las ocasiones se debe a que todavía no han desarrollado la capacidad para gestionar un cúmulo de emociones que les desbordan en un momento determinado. De hecho, el berrinche tiene un papel fundamental en su desarrollo ya que lo aprendido con este a esa edad determinará la habilidad para gestionar sus emociones en la vida adulta. Por eso, ante una situación de berrinche, es importante que el adulto intente calmarse y se arme de paciencia primero para poder darle al niño las herramientas necesarias para lidiar con lo que le ocurre emocionalmente y que no está entendiendo.
¿Cómo funciona el cerebro de un niño?
En las etapas más tempranas de desarrollo de un niño existe una predominancia del hemisferio derecho (de carácter holístico y emocional) centrado en el lenguaje no verbal y en las emociones más que en el orden y la lógica. De ahí a que todavía no controlen la capacidad de la lógica o de las palabras para expresar cómo se sienten.
Además, el cerebro visto desde abajo a arriba consta de una parte inferior –conocida como el cerebro primitivo– encargado de las funciones básicas, de reacciones innatas y de los impulsos emocionales más fuertes como el miedo o la ira. Esta parte ya está desarrollada al nacer. La parte superior es la que no alcanza la madurez hasta pasados los 20 años y es la que está más evolucionada; es la encargada de la percepción más amplia del mundo, de la toma de decisiones, del control del cuerpo y emociones, de la empatía y la consciencia de uno mismo.
La consonancia entre la parte impulsiva y la reflexiva es lo que permitirá que el niño pueda controlar las reacciones más extremas que se dan en un berrinche.

¿Qué hacer ante un berrinche?
Antes que nada, lo primero que se recomienda a la hora de gestionar un berrinche es calmarse uno mismo y saber que el niño no está siendo capaz de gestionar una emoción intensa. Es necesario averiguar qué es lo que ha desencadenado esa rabieta y generar empatía.
Si la situación no ha sido premeditada y es una respuesta biológica, habrá que valorar qué estrategia es la mejor para calmar al niño. No es suficiente con decirle al niño que se calme ya que su cerebro no será capaz de responder a la instrucción. Hay que dirigirlo para que exprese sus emociones en palabras. Este tipo de ejercicio será el que le ayude al niño a adquirir herramientas para lidiar con sus emociones a lo largo de su vida.
Por ejemplo, en algunos casos la reacción del niño es violenta ya que no pueden expresar su frustración con palabras. Algunos expertos aconsejan que el adulto le explique al niño lo que este está sintiendo y que le den alternativas para expresarse como darle un tambor para cuando se sienta enfadado en vez de pegar a alguien o enseñarle a aplaudir o a gruñir como un león cuando quieran liberar su rabia.
Hacer que entienda lo que está sintiendo en un tono calmado es fundamental para poder frenar un berrinche. Ofrecerle un abrazo, o permitirle que llore en un espacio seguro también son buenos consejos para conseguir calmarlo.
Ser empáticos y mantener la calma con el niño no quiere decir que no se le hayan de poner límites dándole todo lo que desea en ese momento. Hay que saber decir no cuando sea necesario y aceptar su frustración.
En definitiva, los berrinches son una respuesta fisiológica tan común como compleja relacionada con la detección de peligro que los niños no saben gestionar. Es tarea de los padres o docentes entender qué está pasando en el interior del niño para poder mitigar esa ‘amenaza’ que está provocando la rabieta y para que el niño pueda relajarse al sentirse en un espacio seguro. Una vez esté más calmado es cuando se le ofrecen las herramientas de gestión emocional.