La ira es una de las emociones más comunes y frecuentes. Por esto hay tantos matices dentro de la gran familia de la ira que han llegado a configurar una de las galaxias más grandes del universo de emociones: rabia, enfado, enojo, cólera, rencor, odio, furia, indignación, resentimiento, aversión, exasperación, tensión, excitación, agitación, acritud, animadversión, hostilidad, celos, envidia, impotencia, desprecio, antipatía, resentimiento, rechazo, recelo, etc.
¿Qué tengo ganas de hacer cuando siento ira? Llamémosle de la forma que queramos (gritar, insultar, pegar, etc.). En el fondo, lo que sentimos necesidad de hacer es: atacar. Se puede atacar de formas diversas, según la educación recibida. Puede haber distintas formas de ataque. Se dice que los jóvenes son especialistas en el ataque físico directo; las mujeres son mucho más estratégicas y prefieren el ataque indirecto, con mucha más inteligencia emocional. Pero en el fondo es ataque, que fácilmente puede derivar en violencia.
La ira es una reacción de irritación, furia o cólera desencadenada por la indignación y el enojo de sentir vulnerados nuestros derechos. La ira se genera cuando tenemos la sensación de haber sido perjudicados. Se desencadena ante situaciones que son valoradas como injustas o que atentan contra los valores morales y la libertad personal. Pueden generar ira situaciones que ejercen un control externo o coacción sobre nuestro comportamiento: personas que nos afectan con abusos verbales o físicos; situaciones en las cuales consideramos que se producen tratamientos injustos; el bloqueo de nuestras metas por parte de otras personas, etc.

Podríamos resumir diciendo que nos enfadamos y sentimos ira, en menor o mayor medida, básicamente por dos razones:
- Cuando las cosas no suceden como queremos.
- Cuando alguien no nos trata como creemos que nos merecemos.
No siempre las cosas salen como queremos. Y cuando sentimos frustrados nuestros deseos es fácil experimentar algún tipo de ira.
Por otra parte, la ira es la emoción que se experimenta cuando nos sentimos tratados de forma diferente a como consideramos que deberíamos ser tratados. Si considero que debería ser tratado con cortesía y experimento descortesía en el trato que recibo, puedo sentir ira; si siento que alguien restringe mi libertad, puedo sentir ira; si vivo una situación de injusticia, siento indignación. Por otra parte, no podemos obligar a alguien a que nos trate como deseamos ser tratados.
La ira, como todas las emociones, es necesaria y puede ser buena. Con la ira aprendemos a defendernos de lo que nos puede hacer daño. Gracias a la ira sentimos indignación ante la injusticia y ganas de luchar para eliminarla. Gracias a la ira se han movilizado grupos de personas a lo largo de la historia para defender la libertad, la justicia, la paz, la verdad, la igualdad, el voto femenino, la abolición de la esclavitud, del apartheid, de la violencia de género, etc.
El problema no es la ira. Sino lo que hacemos con ella. La ira mal regulada puede provocar estragos en la persona que la siente y en su entorno más inmediato. Cuando experimentamos ira, no razonamos de manera eficaz y eso repercute en la respuesta conductual posterior. Es decir, la ira activa los mecanismos de autodefensa y ello puede derivar en comportamientos agresivos que pueden desatar violencia.
La ira tiene efectos en las relaciones interpersonales y, aunque pueda sorprender, nos enfadamos más con las personas más allegadas; con las que tenemos más confianza; con las que más amamos. A menudo nos enfadamos más con la pareja y los hijos que con personas externas. La ira también afecta a las relaciones laborales cuando hay una relación de confianza. Pensemos en nuestra propia vida: ¿en qué medida mi ira ha complicado o dificultado alguna relación personal o profesional?
En la tradición cristiana, la ira es uno de los siete pecados capitales. En otras religiones (islam, budismo, hinduismo) también se considera como algo a evitar. En la investigación médica se ha observado que la ira perjudica a la salud. Son muchas las investigaciones que correlacionan estados de ira con problemas cardiovasculares y tensión arterial.
La regulación de la ira para la prevención de la violencia debería ser uno de los objetivos básicos de los sistemas educativos de todo el mundo. La ira es una de las emociones que tienden a causar los mayores problemas. Por esto, la consciencia y regulación de la ira es factor importante para la convivencia, la paz y la prevención de la violencia.