
Aprender a diferenciar entre incertidumbre y riesgo es una buena manera de gestionar nuestras emociones ante lo desconocido. Habitualmente la gente confunde estos dos términos ya que ambos están asociados a cierta parte de desconocimiento y por tanto de inseguridad en el futuro.
La principal diferencia entre las dos emociones es que una es medible y la otra no. Ambas presentan un peligro venidero pero con matices que las diferencian.
Riesgo
El riesgo es algo medible y por tanto es fácil generar previsiones para afrontar ese riesgo e incluso poner cierto remedio al peligro que se avecina.
Pongamos un ejemplo. Una casa tiene siempre riesgo de incendio. Hay lugares como la cocina en la que se manipula fuego, velas que podemos poner en una mesa de comedor o incluso la propia instalación eléctrica o algún electrodoméstico se pueden incendiar.
Ante ese riesgo de incendio podemos tomar medidas que puedan sofacar ese fuego como es la instalación de extintores. También utilizar materiales de ignífugos para que en caso de incendio no se propague.
Como vemos ante el riesgo podemos poner ciertos elementos para controlar ese peligro.
Incertidumbre
Con la incertidumbre nos encontramos ante peligros que no sabemos medir ni prever. Sabemos que se algo puede ocurrir pero no sabemos ni como ni cuando ni donde.
La incertidumbre no se puede medir, se pueden hacer previsiones o incluso especulaciones que resulten creíbles pero solo se consigue una falta certeza de control. Con la incertidumbre no se puede establecer de forma transparente las opciones posibles y que probabilidades de que suceda algo existen.
La incertidumbre es una carretera con niebla en la que no se puede ver como continua, si vendrá una curva o una pendiente, si continuará en linea recta o finalizará abruptamente. Sabemos que la carretera continuará pero no sabemos como.
¿Cómo afrontar la incertidumbre?
La única manera de gestionar la incertidumbre es la de esperar a que sucedan los acontecimientos y trabajar, una vez conocidas ciertas certidumbres, para que suceda aquello que más nos interesa. Pero hay que ser consciente que nada se puede anticipar ni nada es posible vaticinar. De ahí que la incertidumbre genera más angustia y pesar que el riesgo.
¿Porque nos gusta el riesgo?
Porque el riesgo lo podemos controlar. Es medible y podemos saber hasta donde arriesgar. Sabemos del peligro y de sus consecuencias pero podemos anticiparnos o no sobrepasar ciertos limites.
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En una acción eres pasivo y en la otra eres activo.